Amaba dormir a tu lado. Me sentía delicada y diminuta junto a ti, y no necesitaba esconderlo. Era realmente feliz cuando me abrazabas, cuando yo estaba tan cansada que no era capaz de mantener mis ojos abiertos y solo podía pensar en lo mucho que te amaba sin decirlo, porque sentía que te bastaba con tenerme a tu lado.
Eras un ángel para mí.
Mi mente y mi corazón han estado siempre rotos y lamento mucho que lo descubrieras. Fui egoísta y te permití quererme. No supe verme como podías verme tú, aunque lo deseé hasta el último instante.
Sé que no puedo culparte por lo que no sabes. Soy un desastre. Tenía mucho miedo y te subestimé, sin saberlo. No podrías entenderme, ni en esta ni en nuestras próximas vidas. Hay algo inmenso que nos separa y luego lo vi con mucha claridad. Como no eres sincero contigo mismo, supe que no podrías serlo conmigo.
Poco a poco, el calor de tus manos y el sonido de tu corazón no supieron calmarme. Y no es tu culpa, es que hay algo dentro de mí que se ha roto. Muy lentamente perdí la fe. Cada cosa nueva que revelaba de mí acrecentaba la distancia entre nosotros. Habían demasiadas preguntas y me ganó el silencio.
Mucho de lo que sucedió frente a nuestros ojos sigue siendo un misterio para ti. Jamás lo entendiste bien.
Es por todo esto que sé que jamás entenderías todo lo que sucede cuando no me miras. Me duele, porque lo intenté lo más que pude, y me siento decepcionada. Esa es toda mi tristeza, y todo lo que sentí por ti. Amarte fue amar algo que no me pertenecía.
He perdido la noción del tiempo, quién sabe cuántas noches me queden sin dormir...
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