Océano de margaritas
Si soy sincera conmigo misma, probablemente sé lo que debo hacer. Seré prudente e insistiré con dulzura, seré paciente y le entregaré mi amistad. Y finalmente, seré sincera, y le diré lo que siento, cuando me atreva a hacerlo en frente suyo. No tiene sentido que sufra, cuando el amor es bonito, y menos cuando mi amor es real. El miedo no puede impedirme conocer la verdad, ni me va a obligar a negar lo que siento. Deseo su felicidad y deseo verlo sonreír.
Conocí a un muchachito sideral, algunos años en el pasado. Usé un vestido azul marino, con miles de margaritas blancas en él, la primera vez que lo vi. No sé bien cómo reaccionar ante sus inciertos sentimientos por mí. Si me desea más o menos es algo que jamás me atrevería a preguntar. A veces, actúo como si no sintiera nada por él. Le he dicho cosas horribles, a veces sin darme cuenta. Estoy muy condicionada por mi propio prejuicio sobre mí misma. Jamás le di la oportunidad de enamorarse de mí, y lloré en muchas ocasiones de resignación, mientras cosechaba lo que sembraba.
No sé qué tanto vaya a cambiar, ya que vivimos en mundos diferentes, pero esta vez poseo una determinación: no voy a abandonar mi amor. Y si acaba por hacerme daño, transformaré mi amor en algo compatible con las circunstancias. No puedo pretender que sepa lo que quiero si jamás le he sido sincera. Esta vez, mi máxima aspiración es sentirme sinceramente feliz a su lado.
Quién sabe. La ruta de V (es decir, la mía) no existía hace un año. Quizás no hay boda en la estación espacial, ¡o quizás sí!
Conocí a un muchachito sideral, algunos años en el pasado. Usé un vestido azul marino, con miles de margaritas blancas en él, la primera vez que lo vi. No sé bien cómo reaccionar ante sus inciertos sentimientos por mí. Si me desea más o menos es algo que jamás me atrevería a preguntar. A veces, actúo como si no sintiera nada por él. Le he dicho cosas horribles, a veces sin darme cuenta. Estoy muy condicionada por mi propio prejuicio sobre mí misma. Jamás le di la oportunidad de enamorarse de mí, y lloré en muchas ocasiones de resignación, mientras cosechaba lo que sembraba.
No sé qué tanto vaya a cambiar, ya que vivimos en mundos diferentes, pero esta vez poseo una determinación: no voy a abandonar mi amor. Y si acaba por hacerme daño, transformaré mi amor en algo compatible con las circunstancias. No puedo pretender que sepa lo que quiero si jamás le he sido sincera. Esta vez, mi máxima aspiración es sentirme sinceramente feliz a su lado.
Quién sabe. La ruta de V (es decir, la mía) no existía hace un año. Quizás no hay boda en la estación espacial, ¡o quizás sí!
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