Convicciones áureas

Antes no comprendía la necesidad de mirar hacia atrás, y sin embargo me quedaba paralizada antes de saber hacia dónde avanzar. Menospreciaba a quienes se negaban a revivir sus recuerdos con amor, y tomé el control por la fuerza, porque pensé que tenía poder sobre las cosas importantes. Cometí muchos errores impensables. Recordar me parece una maravilla cuando, pasivamente, he olvidado lo evidente, pero he sabido recordar el sabor y el aroma fundamental de todo lo que ha conseguido tocarme. Todo parece volver a articularse y cobrar algún significado, ante la más mínima chispa, acabando por quemar mi orgullo.

Lo demás parece difuso, cubierto por mi tristeza infinita y violeta. Pero esta vez no se trata sobre mí.

Soy una persona aburrida, puesto que deje de creer en las promesas y en las ideas lindas. Lo leí, no sé si te suena. Con toda sinceridad, pensé que te amaba, y luego pensé que te detestaba. Esta vez no puedo arriesgarme a afirmar algo similar, pero tampoco sería capaz de dudar de la Javiera primigenia. No me fío de las dualidades y creo que muchas cosas permanecen iguales.

Desearía que escribieras más seguido. Yo misma siento vergüenza por mis deseos salpicados de frivolidad. Mi inconstancia termina por contagiar hasta los más mínimos detalles, y quizás deseo conseguir algo que soy incapaz de preguntar.

Insisto en conocer abarcando demasiado o aferrándome a lo más profundo. Lo demás es un secreto. Reconozco verdadera belleza en tus buenas intenciones, aunque difícilmente me siento satisfecha. Probablemente no sea tan pura, o probablemente sí. Me siento dorada y rodeada de destellos, así que me esfuerzo por permanecer como alguien considerado. Es la única explicación cuando mis intereses convergen creando estas cosas tan irracionales que puedo resumir en palabras especiales -que no puedo mencionar-. Al final, todos mis problemas consiguen hacerse similares, y repito muchísimas veces la misma canción.

No estás actuando como una excepción.

Antes me sentía como todo un planeta, y la luna era mi luna, que orbitaba mi circunferencia con cierto recelo y una periodicidad inquebrantable. No había mérito en mantenerla atada, incluso si mi propio magnetismo convertía nuestro amor en una verdad irrefutable. Pero estaba equivocada. Una convicción urdida por la fuerza del destino no me parece suficientemente valiosa.

Entonces es que entendí algo evidente: acercarnos podría estar definido por las órbitas de nuestros propios sistemas. Ciertamente somos independientes y no podemos atribuirnos las casualidades, pero poseo una certeza: algo hemos hecho que nos ha permitido notar, entre miles y millones de diferentes astros, lo curioso y extraño de nuestros colores, aún manteniendo la distancia.

Estoy triste porque nos encontraremos para despedirnos. Disfruto acercar mi rostro al tuyo y casi besarte, pero entonces mis deseos de despertar son más fuertes. Quisiera huir eternamente, porque me siento decepcionada. Soy incapaz de capturar las respuestas para ti y eres incapaz de confiar en mí.

La paulatinidad con la que se suceden las desventuras trae consigo su autenticidad. Se siente parte de mí porque lo es, en cualquier plano en que sienta que me encuentro. Los sentimientos, en cambio, ocurren de forma abrupta y destruyen algunas cosas importantes. Como las palabras. Te he mentido cuando dije que podía soportarlo, y esta vez seré sincera, porque has intentado hacerme sentir culpable: no estoy dispuesta a volver a llorar.

Sin disculpas, porque no eres una excepción cuando no lo creo. No tengo nada para ti.




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