La respuesta

Seré breve: jamás volvió, y lo extraño con toda mi alma.

Incapaz de conseguir la sangre del calamar, corté mis propios tentáculos con tal de ofrecértelos. Aún siento el dolor, pero si decidía creer en ti, recobraría algo del amor que me arrebataste. No me atreví a llorar.

Verdaderamente, lo extraño con toda mi alma.

Me mintieron y me mentiste, pero incluso antes de pensarlo demasiado, decidí seguir confiando. Con esa soberbia tuya susurrabas, por lo bajo, pistas sobre el futuro brillante que probablemente conocías. Alguna vez creí que estaba preparado para mí. Escondí mi desprecio, articulé su nombre nuevamente y mi determinación me dio las fuerzas de seguir buscando.

Te escribí una carta y te pedí que lo hicieras volver.

Es ridículo, porque así no funciona. A veces uno piensa que el amor es más grande. Entonces, me di cuenta de mi propia miseria, al comprender el poco poder que poseo sobre todo esto. Y dejaste de existir.

El futuro al que pertenezco trajo consigo mi segunda oportunidad. Pero no la tuya. Pude entender por fin la magnitud del agua de mi propio carácter, y el vapor nació, aniquilando el fuego que entonces me regía. La respuesta era simple, pero incluso ahora te niegas a pronunciarla.

La verdad es que no he entendido nada y te he declarado la guerra.

Se ha roto.

La respuesta era tan frágil como el equilibrio que acababa de romperse. Mi cabello ya creció y no supe hasta ahora por qué sentía que podía ser feliz, nuevamente. Como siempre, no lo he decidido yo.

Jamás seré capaz de perdonarlo.



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