Hani reflexiona sobre la libertad
Se me ocurrieron dibujitos para Vyan y los coyotes. No tiene que ser la gran cosa, quizás mañana.
Me cuestioné un montón desde Mayo qué era la libertad. Quería paz e independencia me descubría amarrándome a las situaciones. Pensé por muchos años que la solución era no comprometerme, pero al final era un tema de límites. Y soy una soberana estricta; me gustan las reglas para respetarlas. El año pasado me puse a pololear de la nada, después de haber rechazado mil veces a alguien con quien quise estar mucho tiempo. Fue irónico y horrible de mi parte. Me sentí presionada porque mi opinión dejó de tener importancia. Pensé que podía dejarlo pasar si me convencía de que era mi decisión. Y también quería cosas fáciles, porque mi corazón estaba en otra parte. Mi situación es difícil porque me siento traicionada; de repente tranzo mucho mis propias reglas. Me enojo conmigo. Quiero ser clara cuando la tengo clara, pero no nací para funcionar así. Me aprendo a querer de a poquito.
Retomando lo otro, le puse más peso a mis palabras. Pensé mucho en lo que significa pololear, porque había perdido mi norte con esto de odiar el sexo y amar a los humanos. Dejé de entender hasta dónde podía tener una explicación para todo. Descubrí algo: mi libertad es la diferencia entre sentirme segura, ahogada y abandonada. Mi persona especial tiene ese derecho. De saber, de obtener respuestas, de buscar explicaciones. ¿Quizás por capricho me convertí en alguien con secretos? no sé cómo funciona. Lo simple de contar lo que he soñado, lo que he hecho y pensado, de aceptar la pregunta y responderla, de querer que alguien más lo sepa, es esa diferencia. Veo amor en esa curiosidad. Confío en las buenas intenciones.
Me cuesta recuperar esas cosas cuando las pierdo. Mi mente no me deja en paz. Regresa mil veces y me enfurruño buscando dejar claras mis barreras. Perdiste algo que no vas a recuperar. Algo así. Tomo de vuelta mi silencio y acallo mi propia curiosidad. ¿Qué haces, qué sientes? De pronto no quiero saber. O sí quiero, pero me niego a saber. No quiero preguntar, no quiero recibir respuestas. Es un rencor extraño. Pero lo valido, porque me siento herida. No es lo mismo. Encontraremos amor en otras cosas, en otro lugar.
Me cuestioné un montón desde Mayo qué era la libertad. Quería paz e independencia me descubría amarrándome a las situaciones. Pensé por muchos años que la solución era no comprometerme, pero al final era un tema de límites. Y soy una soberana estricta; me gustan las reglas para respetarlas. El año pasado me puse a pololear de la nada, después de haber rechazado mil veces a alguien con quien quise estar mucho tiempo. Fue irónico y horrible de mi parte. Me sentí presionada porque mi opinión dejó de tener importancia. Pensé que podía dejarlo pasar si me convencía de que era mi decisión. Y también quería cosas fáciles, porque mi corazón estaba en otra parte. Mi situación es difícil porque me siento traicionada; de repente tranzo mucho mis propias reglas. Me enojo conmigo. Quiero ser clara cuando la tengo clara, pero no nací para funcionar así. Me aprendo a querer de a poquito.
Retomando lo otro, le puse más peso a mis palabras. Pensé mucho en lo que significa pololear, porque había perdido mi norte con esto de odiar el sexo y amar a los humanos. Dejé de entender hasta dónde podía tener una explicación para todo. Descubrí algo: mi libertad es la diferencia entre sentirme segura, ahogada y abandonada. Mi persona especial tiene ese derecho. De saber, de obtener respuestas, de buscar explicaciones. ¿Quizás por capricho me convertí en alguien con secretos? no sé cómo funciona. Lo simple de contar lo que he soñado, lo que he hecho y pensado, de aceptar la pregunta y responderla, de querer que alguien más lo sepa, es esa diferencia. Veo amor en esa curiosidad. Confío en las buenas intenciones.
Me cuesta recuperar esas cosas cuando las pierdo. Mi mente no me deja en paz. Regresa mil veces y me enfurruño buscando dejar claras mis barreras. Perdiste algo que no vas a recuperar. Algo así. Tomo de vuelta mi silencio y acallo mi propia curiosidad. ¿Qué haces, qué sientes? De pronto no quiero saber. O sí quiero, pero me niego a saber. No quiero preguntar, no quiero recibir respuestas. Es un rencor extraño. Pero lo valido, porque me siento herida. No es lo mismo. Encontraremos amor en otras cosas, en otro lugar.
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