Puntitos suspensivos
Estoy negando mi amor porque no he plantado las semillas que me dio. No sé si sentir magia y chispitas me ha convencido de lo contrario aún, pero a cada segundo lo siento más y más presente.
El Andrés es un tipo bacán. A pesar de tener muchas cosas que seguir evadiendo, se rindió ante su naturaleza y abrazó su miedo. Tiene la sonrisa de un niño pequeño y sus ojitos brillan cuando escuchamos música, acostados en mi cama, y me cuenta anécdotas que vivió con sus amigos. Tiene miles de pecas que parecen estrellitas sobre su rostro y sus manos están tibias todo el tiempo. Si lo miro cuando tiene los ojos cerrados, el tiempo pasa muy lento...
A veces me da palmaditas en la cabeza y me dice que me quiere, y casi siempre le creo.
Es un ave usando una máscara de zorro. Es un pajarito entre miles de girasoles. Y es un buen perro.
Nos acercamos tan lentamente que olvidé por completo mis propias ilusiones. Lloré mares y cielos invernales, y mi corazón se congeló porque no quise sentirme así de vulnerable. Cuando Pol supo que pasamos una noche juntos y me dijo que estaba aliviado de que solo fuera sexo y no sentimientos reales, tuve mucho miedo de que tuviera razón. Cada vez que nos alejamos fue porque me aterraba que no me tomaras en serio, y prefería no saber la verdad. Deseaba que tu existencia se acabara si dejaba de recordarte, pero jamás pude sentir un amor completo por alguien más. Sentía envidia de tu miseria y quería odiarte por no decirme la verdad... hasta que entendí que siempre te di a entender cualquier otra cosa menos que me hacías feliz.
Esta vez no lo escribo porque no pueda decirlo, sino porque quiero recordarlo. Mil veces en el futuro, volver aquí y sentir que te amo. Gracias por abrirme tu corazón y siempre decirme la verdad. Sé que causo un caos cada vez que me desarmo frente a ti, de a poquito. Adoro que seamos amigos y si el tiempo me dio la fuerza para ser lo que necesitas hoy, esperaría nuevamente lo que fuera necesario. Amo tu camino y todo tu proceso, y todo lo que eres ahora. Por ser similares en la miseria de aprender a ser humanos, y diferentes en todo lo demás. Siempre que te miro cuando tienes los ojos cerrados, pienso en lo mucho que te amo. Gracias por abrazarme cuando nos despedimos, incluso cuando te miro con penita y las manos en los bolsillos. Y por hacerme reír y dejarme mañosear.
Espero que algún día te sientas tan feliz de recordarme como yo al pensar en ti. Has sido muy generoso conmigo y por eso la canción de la begonia me hace tan feliz. Revisaré cada etiqueta y preguntaré por cada canción en inglés, hasta que ya no quede ninguna. Espero que nos sigamos acompañando y algún día pueda decirte lo mucho que te amo.
Las plantas te aman tanto como tú a ellas.
El Andrés es un tipo bacán. A pesar de tener muchas cosas que seguir evadiendo, se rindió ante su naturaleza y abrazó su miedo. Tiene la sonrisa de un niño pequeño y sus ojitos brillan cuando escuchamos música, acostados en mi cama, y me cuenta anécdotas que vivió con sus amigos. Tiene miles de pecas que parecen estrellitas sobre su rostro y sus manos están tibias todo el tiempo. Si lo miro cuando tiene los ojos cerrados, el tiempo pasa muy lento...
A veces me da palmaditas en la cabeza y me dice que me quiere, y casi siempre le creo.
Es un ave usando una máscara de zorro. Es un pajarito entre miles de girasoles. Y es un buen perro.
Nos acercamos tan lentamente que olvidé por completo mis propias ilusiones. Lloré mares y cielos invernales, y mi corazón se congeló porque no quise sentirme así de vulnerable. Cuando Pol supo que pasamos una noche juntos y me dijo que estaba aliviado de que solo fuera sexo y no sentimientos reales, tuve mucho miedo de que tuviera razón. Cada vez que nos alejamos fue porque me aterraba que no me tomaras en serio, y prefería no saber la verdad. Deseaba que tu existencia se acabara si dejaba de recordarte, pero jamás pude sentir un amor completo por alguien más. Sentía envidia de tu miseria y quería odiarte por no decirme la verdad... hasta que entendí que siempre te di a entender cualquier otra cosa menos que me hacías feliz.
Esta vez no lo escribo porque no pueda decirlo, sino porque quiero recordarlo. Mil veces en el futuro, volver aquí y sentir que te amo. Gracias por abrirme tu corazón y siempre decirme la verdad. Sé que causo un caos cada vez que me desarmo frente a ti, de a poquito. Adoro que seamos amigos y si el tiempo me dio la fuerza para ser lo que necesitas hoy, esperaría nuevamente lo que fuera necesario. Amo tu camino y todo tu proceso, y todo lo que eres ahora. Por ser similares en la miseria de aprender a ser humanos, y diferentes en todo lo demás. Siempre que te miro cuando tienes los ojos cerrados, pienso en lo mucho que te amo. Gracias por abrazarme cuando nos despedimos, incluso cuando te miro con penita y las manos en los bolsillos. Y por hacerme reír y dejarme mañosear.
Espero que algún día te sientas tan feliz de recordarme como yo al pensar en ti. Has sido muy generoso conmigo y por eso la canción de la begonia me hace tan feliz. Revisaré cada etiqueta y preguntaré por cada canción en inglés, hasta que ya no quede ninguna. Espero que nos sigamos acompañando y algún día pueda decirte lo mucho que te amo.
Las plantas te aman tanto como tú a ellas.
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