Elena
Me hubiera gustado besarte, pero ya tenía suficientes emociones con que lidiar. Escuchar tu respiración agitada y mirarte entre la oscuridad de mis sábanas me tenía superada.
Me detuve en muchísimas ocasiones a cuestionarme mis propias acciones. No quería tocarte si no querías que te tocara. Al final, te tenía entre mis manos, siendo que estuve en las tuyas desde el principio. Admito con cierta timidez que no supe cómo continuar. Te pedí que me cantaras para desconcentrarme de mis deseos concedidos. Y me respondiste que podía pedir algo diferente, esta vez.
No habría sido lo mismo si no hubieras hecho todo lo que hiciste. Definitivamente di todos los primeros pasos, pero cómo me atreví sigue siendo un misterio que continuo evadiendo.
Eres tan delicado que me derrito. Dije, quizás muchas veces, que no podía, aún si no había nada que deseara más. Pero jamás habría aceptado no continuar. Te miraba y me moría por besarte. Cuando me tomaste entre tus brazos y me besaste el cuello, preguntándome qué tanto te deseaba, acabé por morirme de verdad.
Lo que me llegas a gustar es una exageración (en especial considerando que no me gustas).
No sé cómo haces para tocarme tal y como lo haces. Lo haces mejor que yo misma. Mis expectativas eran inmensas, y cumpliste cada una de ellas.
No sé qué debo hacer para volver a sentir algo así. Me duele, porque no hay historia de amor luego de todo esto, pero aún así te deseo más que nunca, y te deseo como a nadie.
Probablemente no hayan mensajes ocultos para descifrar. Tampoco me atrevería a revelarte lo que sea que siento. Es como si continuara soñando despierta, mareada por el sueño y vencida por las ganas de no dormir, para poder sentirte cerca un rato más.
Quiero encerrarme y cerrar los ojos, para recordarlo todo, miles de veces. A ver si consigo creérmelo.
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