La rebelión de los zorros terrestres

Las nubes han sido derramadas y cubren su propia sombra, heridas por el cielo. El ocaso parece una trampa inevitable para la aventura de la vida, y tu dolor desprende partículas que me esfuerzo por capturar. Semidiós, ¿vas a entregarte ante las imposibilidades?

El brillo gaseoso de las estrellas contamina mi espíritu y el calor de tus ideas eleva la temperatura de mis vagas ilusiones. No hay espacio para las dudas, y es por eso que me siento atrapada. Me reconozco expuesta y no soy capaz de esconder el color violeta de mi tristeza infinita. Ah, Lucifer, ¿vas a ceder, o tendré que ceder yo?

El murmullo de las gotas de agua cayendo sobre su lecho reverberante me entrega lo que no puedo obtener por mí misma. No nos ha bastado poseernos brevemente. Has venido a salvarme de mi propia ingenuidad, y a cambio me has arrebatado las palabras importantes. Héroe monocromático, ¿te da miedo que no pueda seguirte el paso y acabe por perderte de vista?

Se hace luz y se hace hielo. Mi cabello largo ha tomado su lugar como promesa de tiempos cristalinos, para bien y para mal. Es decir, el conspirador posee también mi nombre, y no puedo otorgarte el título de villano. Se hace fuego, y finalmente se hace vapor.

Amor de mi vida, ¿te harás cenizas y te harás miel?


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