El color violeta de la infinita tristeza

Mentiría si insinuara saber hacia dónde me dirijo. Siento vergüenza cada vez que recuerdo lo perdida que me siento, pero nada me hace sentir más viva que mi propio sufrimiento. 
Estoy, pese a todo, llena de esperanzas. Mi pequeño cuerpo contiene todo lo necesario. Mi sangre seguirá tibia y mi corazón logrará derretirse. Así, el hielo que mantiene mis pensamientos atrapados, se transformará en vapor junto a mi piel y junto a mis huesos.

Persigo el amor que creo merecer.

No creo en el destino. 

Soy la dueña de mi universo y de cada suceso injusto. Lo merezco todo. Y, en realidad, no estoy tan triste.

Confío más en mi línea de la suerte que en la de la vida. Los colores de la masa se mezclan con mucha facilidad, luego de unos instantes en silencio. Aprendí a usar el horno y dije la verdad, varias veces. 

Ahora mismo no estoy tan triste.

Mi amor y mi odio parecen pelearse la inexistencia. Estoy aquí, presenciando la victoria de algo que desconozco. Me faltan nombres y etiquetas. Quizás necesito leer un poco más sobre cosas que me interesen un poco menos.

Sé que la vida será cruel con tu corazón que aún no logra congelarse del todo y es por eso que estoy aquí. Soy la luz de colores que respiras y finjo no entender todo lo que, deliberadamente, me hace daño. Permaneceré reflejando lo que absorben mis pestañas cada vez que me quejo del sol. Están en mis pupilas lo centímetros que le quito a la luna.

Porque la vida es injusta, llegué a darte lo que mereces, y lo que no mereces. 

El color violeta de la infinita tristeza es el color de todos mis secretos. El dueño de mis verdaderas intenciones jamás entenderá lo que prometí no decir. Si aceptas ser feliz entonces, puedo entregarte mi regalo.

A veces sí soy capaz de dejarlo ir.

Si prometes amarme sin preguntar, prometo quedarme a tu lado y entregártelo todo.




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