Vyan
Decendimos sin demasiada prisa, desengañados por las revelaciones selenitas. El aroma dulce de manzanas que desprendía su cabello fue reemplazado en el camino, quedando impregnado en cada pisada que dejábamos atrás. Esta nueva atmósfera me humedecía la piel, y no alcanzaba a reconocer lo que nos rodeaba, más allá de la punta de mis dedos, extendiendo mis brazos. -Está borroso y hueles a vapor- solté, tentativamente. Avanzamos, sin embargo, como recordando un camino antes memorizado. Siempre permanecía en silencio, y aunque me constaba que podía comprenderme, hasta ahora no poseía la certeza de que pudiera responder. Había, sin embargo, algo tranquilizador en su compañía, y como un murmullo dentro de mi piel, creía conocer sus respuestas. (...)